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Un tarzánido suramericano

ARANDÚ EL PRÍNCIPE DE LA SELVA

Aunque el alimento preferido de este anciano son las gachas de papel viejo nacional al aceite de oliva español, no por ello se desdeñan manjares foráneos que de vez en cuando hay que traerles para que los conozcan. De entre ellos, tocan hoy viñetas con jalapeños, con todo el atractivo y fuerte sabor de cuanto viene de México.
Encontré estos y otros ejemplares de Arandú, el Príncipe de la Selva en un rincón polvoriento del Desván, provienen si mal no recuerdo de una librería de viejo baleárica. A saber cómo llegarían desde América hasta allí.
Fue creador del personaje Armando Couto, escritor nacido en Cuba y autor de numerosos seriales radiofónicos de aventuras. También Arandú nació en la radio, no sé si en Venezuela, Colombia o México; espero que si hay algún nietuco de aquellas tierras pueda aportar más información, que bien se lo agradecería...
Ignoro el nombre del dibujante; la colección, enormemente popular, consta de 273 números (según explican AQUÍ) producidos en México y distribuidos en Colombia, Venezuela, Bolivia, Ecuador y Chile de 1970 a 1977. Portadas altamente bizarras que ocultan argumentos delirantes desarrollados con parsimonia a través de cientos de páginas.

La selva de Arandú es tan extraña como adictiva; sus habitantes, aparte de algunos indígenas suramericanos, son doctores locos, sádicos de varia clase y condición, fabricantes de monstruos, mujeres atadas con muy poca ropa, bestias de toda laya, cuanto sea grotesco, crudo, descomunal.
Tebeo popular hecho con respeto por el lector, bien narrado y altamente extravagante, según la tradición que inaugurase el modélico Kalimán.
Vean qué portadas y díganme si no mueren por leer las aventuras de Arandú contra Simón el Verde, ese repeinado que persigue muchachas con un látigo, gobierna ejércitos de monstruos y quiere sacarle los ojos a una señorita en paños menores. O por saber qué hará el malvado Lobo de Tikoa con la dama en bikini que permanece de rodillas a su lado...

Estética excesiva, delirante, rabiosa. De la que grita con sus colores desde el kiosco. Con sus modales toscos y verdaderos, lejos de otras pretensiones, quién osaría pedir más...



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